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El cine de terror psicológico sobre enfermedades mentales

Lo que verás aquí:

El aspecto más fascinante del cine de terror es, sin duda, su elasticidad para representar casi cualquier horror concebido por las mentes humanas, desde los monstruos más imaginativos hasta terribles asesinos. Cada generación tiene sus miedos, pero hay una tendencia observable en el género en los últimos años: el terror psicológico que aborda enfermedades mentales.

Aunque no es exactamente algo nuevo, es una tendencia que se ha pronunciado, y lo ha hecho con varias diferencias clave respecto a sus referentes. Sin duda, habrás podido observar esto en películas recientes como Sonríe (Smile, Estados Unidos, 2022). Pero este título es, por su popularidad, apenas la “punta del iceberg”.

¿Qué hay detrás de la creciente popularidad de estas películas? ¿Y qué otros ejemplos hay? Acá te contamos todo lo que necesitas saber.

Antecedentes: ¿qué es el terror psicológico?

Dentro de las diversas categorías dentro del género, el terror psicológico se distingue de otros subgéneros porque la tensión es proporcionada por la vulnerabilidad, emocional y psicológica, de la mente humana. Es decir, se trata de películas que lidian con aspectos oscuros o reprimidos de la psicología humana, como la paranoia, la angustia y, crucialmente, el propio miedo.

La diferencia está en que, en otros subgéneros del terror, el miedo puede ser encarnado en un monstruo o un asesino, o bien por la violencia misma, como suele ser en las películas slasher. En el terror psicológico, la amenaza puede –y suele– ser muy humana, viniendo del interior de los propios protagonistas u otros personajes.

En sí, esto no es algo nuevo. El Expresionismo Alemán como corriente artística a inicios del siglo XX –y en su forma cinematográfica también– expresaba aspectos de la angustia interior de sus personajes en su forma plástica, es decir: en el diseño de producción, de vestuario, los sets, el maquillaje y la fotografía.

Un ejemplo notable es El gabinete del doctor Caligari (Alemania, 1920), cuyos decorados retorcidos, maquillaje marca y trama macabra sobre un hipnotista asesino (Werner Krauss) y el sonámbulo (Conrad Veidt) que utiliza para sus fines, exaltaban la sensación de desánimo y paranoia de Alemania después de la Primera Guerra Mundial.

En años posteriores, el terror más popular tuvo que ver con monstruos y seres del espacio exterior en sus formas más literales. Sin embargo, el terror psicológico siempre ha resurgido a lo largo de los años. La emblemática Psicosis (Psycho, EUA, 1960) es considerada un parteaguas en el género que abrió la puerta tanto al slasher como a antagonistas psicológicamente perturbados pero complejos. En Italia se popularizaron películas hiperestilizadas sobre crímenes con tintes psicosexuales, conocidas como giallo, entre las que encontramos títulos como El pájaro de las plumas de cristal (Italia, 1970) y Rojo profundo (Italia, 1975), ambas de Dario Argento.

El terror psicológico adquirió otras capas de profundidad cuando comenzó a desdibujarse la frontera entre lo sobrenatural y la experiencia real de los personajes. En El exorcista (The Exorcist, EUA, 1973), de William Friedkin, se establece una ambigüedad sobre el origen de la aflicción de la niña, Regan MacNeil (Linda Blair), que no puede ser detectada por la ciencia mientras, al mismo tiempo, el padre Karras (Jason Miller) enfrenta una crisis de fe para realizar el exorcismo.

La película de Friedkin ha sido leída como un producto de los Estados Unidos que, luego de las convulsiones políticas, sociales y culturales de los años 60, no ha podido ignorar más los males históricos y sistémicos de su sociedad. Son temas, de una forma u otra, recurrentes en las películas de exorcismos.

Esto abrió la puerta a contar historias cada vez más perturbadoras y ambiciosas que exploraban ámbitos como la vida doméstica o incluso la psique de sus personajes. El resplandor (The Shining, Reino Unido, 1980) es un claro ejemplo de lo primero. Por otro lado, Pesadilla en la calle del infierno (A Nightmare on Elm Street, EUA, 1984), si bien es un slasher, inyecta elementos de surrealismo para revelar las perturbadoras sombras que se esconden bajo la fachada idílica de la complaciente vida suburbana en los Estados Unidos.

Sin embargo, en muchos de los ejemplos citados, el terror psicológico representa el miedo en un ente externo, un otro tangible y visible. Expresiones contemporáneas del subgénero parecen enfocarse más en la experiencia del miedo mismo en sí, y los orígenes de éste. Hay varias razones para ello.

¿Por qué se han popularizado las películas de terror sobre enfermedades mentales?

Como todo en el arte, el cine también responde a las circunstancias sociales, políticas, culturales y económicas de las que nace tanto como se inserta. Así como El exorcista, por ejemplo, hace eco de los Estados Unidos de Richard Nixon y Vietnam, podemos decir que el terror sobre enfermedades mentales algo tiene que decir tanto sobre las condiciones de vida actuales como las preocupaciones –individuales y colectivas– de nuestro tiempo.

En su libro sobre cine de terror Feeding the Monster: Why Horror Has a Hold on Us (Faber & Faber, 2024), la crítica de cine Anna Bogutskaya escribe:

“No ha habido una época más fértil para el terror que ahora. Mi generación –los millennials– es una de fracturas. No tuvimos una Gran Guerra, pero hemos soportado una serie interminable de ellas, atestiguando conflictos en todo el mundo por vía de noticias las 24 horas y de internet, constantes notificaciones de redes sociales sobre la siguiente catástrofe que borra la propia idea de paz (…).

El ascenso de la extrema derecha, la constante y silenciosa amenaza del terrorismo, tensión económica sin fin y la inestabilidad social han esterilizado por completo nuestra capacidad de ser impactados (…). Se nos enseñaron una serie de normas sociales y expectativas que dejaron de ser viables en cuanto llegamos a la adultez. Mientras tanto, la generación Z ha nacido en una sociedad colapsada, y ya nadie siquiera se molesta en hacer promesas dado que el cambio se ha vuelto ubicuo, y la inestabilidad siempre presente los ha vuelto más politizados (…)”.

Bogutskaya habla de un nuevo cine de terror más enfocado en lo que el psicólogo Silvan Tomkins llama “afectos negativos”, es decir, las experiencias emocionales negativas en sí: la ira, la angustia, la vergüenza, el miedo.

En parte, la razón por la que el terror psicológico ha adquirido un mayor interés en las enfermedades mentales es, según Bogutskaya, que “las películas de terror están más preocupadas con la experiencia personal del horror en vez de, digamos, que el horror sea contenido en un monstruo físico que pueda ser asesinado. Hay una preocupación más grande y primitiva en juego: queremos ser ‘buenos’, pero ya no sabemos lo que eso significa”.

Es por ello que, hoy en día, podemos ver películas de terror como Sonríe, donde la propia experiencia de la depresión lleva a los personajes a extremos morales para salvar sus vidas (incluso si, eventualmente en la trama, la experiencia es encarnada en un monstruo).

Naomi Scott en una escena de Sonríe 2 (Smile 2), una película de terror psicológico que lidia con enfermedades mentales
Las películas de Sonríe lidian con temas como la culpa y la depresión desde el terror (Crédito: Paramount Pictures)

Sonríe es, quizá, el ejemplo más conocido y comercial de una larga cadena de títulos con este enfoque. Checa otros casos similares:

Ejemplos recientes de películas de terror sobre enfermedades mentales y experiencias psicológicas negativas

  • Te sigue (It Follows, EUA, 2014): la película aborda la vergüenza y el estigma social metafóricamente, por medio de una maldición que es transmitida sexualmente.
  • Babadook (The Babadook, Australia, 2014): una historia de terror sobre una madre que debe proteger a su hijo de un monstruo que comienza a manifestarse en la realidad, y que lidia con temas como maternidad en soltería y el resentimiento hacia los hijos.
  • Las voces (The Voices, EUA, 2014): Un hombre amable pero perturbado conoce a una bella mujer en el trabajo. Al llegar a casa se lo cuenta a su perro y a su gato, quienes le contestan qué hacer sobre su enamoramiento, con letales consecuencias que hacen eco de la esquizofrenia.
  • La cabaña siniestra (The Lodge, Reino Unido, 2019): Una joven mujer queda atrapada sola con sus dos hijastros en una remota cabaña debido a una nevada, una soledad que despierta los estragos de su adoctrinamiento religioso.
  • Swallow (EUA, 2019): Al descubrir que está embarazada, una mujer que aspira a ser la esposa perfecta desarrolla, al mismo tiempo, la obsesión por ingerir objetos punzantes, una crisis que desencadena la verdad sobre su relación consigo misma.
  • Salvando almas (Saint Maud, Reino Unido, 2019): Luego de un oscuro trauma, una devota enfermera queda a cargo de una bailarina retirada con cáncer terminal, cuya alma jura salvar sin importar el costo. Una historia perturbadora cargada de elementos de culpa, sumisión y fanatismo.
  • Midsommar (EUA, 2019): Un denso cóctel de emociones negativas que, por medio del folk horror, lidia con temas como el duelo y la depresión luego de una difícil pérdida familiar.
  • Relic: Herencia maldita (Relic, Australia, 2020): esta producción sigue a una madre y su hija mientras enfrentan la posible posesión de la abuela, una alegoría sobre la herencia de la demencia senil.
  • Sombras siniestras (The Kindred, Reino Unido, 2021): Una mujer despierta amnésica de un coma, y debe redescubrir la verdad sobre el suicidio de su padre, en una trama que aborda maltrato y trauma generacional.
  • Maligno (Malignant, EUA, 2021): Con un giro que debe ser visto para creerse, esta película de James Wan puede ser leída como una alegoría del trastorno bipolar.
  • Huesera (México, 2022): Mientras espera un bebé con su esposo, una mujer es acechada por una criatura siniestra, poniendo en juego su cordura, su embarazo, y lo que realmente quiere para sí.
  • Sonríe (Smile, EUA, 2022) y Sonríe 2 (Smile 2, EUA, 2024): Aunque con personajes y circunstancias distintas, ambas películas lidian con la depresión y culpa de sus protagonistas, transmitidas por medio de una maldición entre quienes perciben un evento traumático. Ambas partes también lidian con la expectativa social de reprimir los verdaderos sentimientos.

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