El 6 de septiembre se celebra el Día del Sexo — una fecha que, aunque tiene un cierto aire de irreverencia, nos invita a reflexionar sobre cómo la sexualidad sigue siendo un tema tabú. El cine, espejo de la sociedad, siempre ha estado en el centro de ese debate. Desde el beso sugerido en los clásicos de Hollywood hasta la audacia del cine europeo, pasando por las pornochanchadas brasileñas, el erotismo en el cine nunca ha sido sólo sobre cuerpos desnudos: habla sobre poder, deseo, dolor, madurez e identidad.
A lo largo de las décadas, el sexo en el cine ha tomado diferentes formas: reprimido, explotado, estetizado o humanizado. Hoy, el público se pregunta si todavía necesitamos escenas de sexo en pantalla. La Generación Z parece consumir menos este tipo de narrativas, mientras que Hollywood ha higienizado cada vez más su representación. Pero, cuando está bien filmado y conducido con respeto, el erotismo en pantalla puede complejizar personajes y abrir debates sobre nuestra propia relación con el cuerpo y el placer.
Checa el tráiler de la nueva película de Marcio Reolon y Filipe Matzembacher, Night Stage, que se exhibirá en el Festival de Río y promete ser una de las cintas más calientes del año.
- Lee también: ‘Cambió mi forma de pensar sobre el tiempo’, dice Michelle Williams sobre el impacto de ‘Dying for Sex’
Cómo el cine ha retratado el sexo a través del tiempo
Durante buena parte del siglo XX, el sexo fue un tema prohibido en Hollywood. El Código Hays (1934-1968) restringía besos largos, cuerpos entrelazados y cualquier sugerencia de desnudez, además de prohibir representaciones de relaciones LGBTQIA+. El placer se insinuaba sólo por metáforas visuales: una puerta cerrándose, una cortina al viento, un cigarro encendido después del corte.
En los años 60 y 70, con el colapso de la censura, surgieron las primeras grandes explosiones de erotismo en el cine occidental. Películas como El Último Tango en París (1972), de Bernardo Bertolucci, impactaron al público al mostrar el sexo de forma explícita y perturbadora.
En la misma época, la saga Emmanuelle se convirtió en símbolo del softcore europeo, combinando desnudez y sexo sugerente con la idea de un erotismo sofisticado y exótico. Actualmente, la historia tuvo un remake por la directora Audrey Diwan, interpretado por la actriz Noémie Merlant (Retrato de una mujer en llamas).

En Brasil, la pornochanchada trajo una versión propia del erotismo cinematográfico. Este género popular mezclaba humor, crítica social y explotación del deseo. Películas como La Dama del Loteamiento y obras de directores como Carlo Mossy exploraron la desnudez de manera irreverente, aunque a menudo marcada por la objetivación de la mujer. Décadas después, el cine brasileño retomó el tema con miradas contemporáneas: Motel Destino (Karim Aïnouz, 2024) conecta la tradición de la pornochanchada con el thriller erótico moderno, usando el motel como espacio de deseo, tensión y narrativa provocadora.
Mientras tanto, Hollywood vivió su auge del thriller erótico en los años 80 y 90, con películas como Instinto Básico y Una propuesta indecorosa. El subgénero entró en decadencia en los años 2000, engullido por conservadurismos y por una industria que comenzó a evitar riesgos. Hoy, la paradoja es clara: mientras el mainstream higieniza el sexo, el cine independiente y europeo sigue explorando el erotismo como lenguaje estético, filosófico y político.
- Lee también: Películas eróticas que terminaron en desastre
Europa, EUA y América Latina: diferentes miradas sobre el erotismo
EUA: La industria norteamericana siempre ha oscilado entre represión y espectáculo. Mientras el thriller erótico vivió su auge en los 80 y 90, el cine mainstream contemporáneo tiende a evitar escenas explícitas, limitándose a insinuaciones o besos castos. Aun así, obras recientes exploran el erotismo de forma narrativa y compleja: Ojos Bien Cerrados (Stanley Kubrick, 1999) combina misterio y sexualidad para discutir deseo y poder; Cincuenta Sombras de Grey (2015) llevó el BDSM al mainstream; Anora (Sean Baker, 2018) sigue a trabajadores sexuales, explorando cuerpo, deseo y supervivencia; y Babygirl (Halina Reijn, 2022) investiga relaciones íntimas y sexualidad de la mujer madura, mostrando placer, tensión y complejidad emocional. Estas películas evidencian que, incluso en un contexto cauteloso, el erotismo sigue siendo usado como herramienta narrativa en EUA para discutir deseo, poder y relaciones humanas.

Europa: El viejo continente abraza la transgresión, explorando el cuerpo como territorio de dolor, placer y experimentación narrativa. Directores como Lars von Trier, Gaspar Noé, Julia Ducournau y Joachim Trier utilizan el erotismo de formas provocadoras y simbólicas. En Ninfomaníaca, von Trier discute compulsión y placer femenino; Gaspar Noé, en Climax, mezcla sexo, música y violencia en experiencias sensoriales intensas; Ducournau, en Raw y Titane, asocia deseo y canibalismo en narrativas de horror corporal; Joachim Trier, en Thelma, conecta erotismo y poderes inexplicables de la protagonista; y Los Perros No Usan Pantalones (J-P Valkeapää, Finlandia) combina luto, dolor y prácticas sadomasoquistas para explorar placer y límites físicos. Estas películas muestran que el erotismo europeo contemporáneo permanece audaz, filosófico y central para la construcción de personajes y narrativas.

Brasil y América Latina: El erotismo latinoamericano se entrelaza con cuestiones sociales, culturales y políticas. En Brasil, Boi Neon (Gabriel Mascaro) utiliza el cuerpo y el deseo como extensión del trabajo y la identidad; Tinta Bruta (Marcio Reolon y Filipe Matzembacher) muestra performance sexual en línea como forma de resistencia queer; Baby (Marcelo Caetano) explora relaciones de poder y afecto en el contexto urbano de la clase trabajadora del sexo. En México, Y Tu Mamá También (Alfonso Cuarón) mezcla amistad, deseo y paso a la vida adulta; Batalla en el Cielo (Carlos Reygadas) une erotismo a cuestiones existenciales y sociales; y Regla 34 (Julia Murat) sigue a una joven abogada que vende contenido sexual en internet, explorando autonomía y deseo femenino. El erotismo latinoamericano va más allá del placer, funcionando como herramienta narrativa para discutir identidad, poder, clase y normas sociales.
Estas diferencias muestran que el erotismo no se reduce a la desnudez, sino que refleja cómo cada sociedad entiende cuerpo, deseo y placer.

Directores y cineastas que usan el erotismo en el cine como lenguaje
El cine ha encontrado formas de ligar el sexo a experiencias límite, mostrando que el erotismo va mucho más allá de la provocación: es lenguaje, metáfora y filosofía. En Los Perros No Usan Pantalones, por ejemplo, el orgasmo se confunde con la experiencia de casi muerte, uniendo dolor y placer; mientras que en Acompañante fatal (Escort) y Anticristo, la presencia de animales simboliza instinto, peligro e imprevisibilidad, volviendo el erotismo visceral. Julia Ducournau, en Raw y Titane, mezcla deseo y repulsión, recordando que el placer puede ser tanto corporal como destructivo. Películas como How to Have Sex exploran el descubrimiento sexual adolescente, mientras La Secretaria muestra la negociación entre sumisión y poder, revelando diferentes formas de maduración a través del sexo. En Anora, Baby y Pigmento, el cuerpo funciona como medio de supervivencia, pero también como espacio de resistencia y expresión artística.
David Cronenberg – Crash
Explora deseo mórbido, transformando el sexo en metáfora de la fusión entre cuerpo y tecnología. La película revela cómo la violencia de los accidentes se vuelve detonante erótico, ampliando la discusión sobre alienación y fetichismo en la sociedad contemporánea.

Lars von Trier – Ninfomaníaca, Anticristo
Cuestiona placer, culpa y luto, usando el erotismo como catalizador de dolor y trascendencia. Von Trier tensiona al espectador al entrelazar sexo con sufrimiento y espiritualidad, creando narrativas radicales sobre límites humanos.
Luca Guadagnino – Llámame por tu Nombre, Hasta los huesos y Desafiantes
El director transforma el erotismo en experiencia sensorial y narrativa. En Llámame por tu Nombre (2017), el deseo surge como rito de paso, delicado e intenso, explorando el descubrimiento de la pasión. En Hasta los huesos (2022), une romance, canibalismo y erotismo, mostrando cómo placer y destrucción pueden ir juntos. Ya en Desafiantes (2024), Guadagnino utiliza un triángulo amoroso en el universo del tenis para explorar tensión sexual, poder y traición, conectando deseo y conflicto emocional de forma elegante y provocadora.

Gabriel Mascaro – Boi Neon
Mirada política y afectiva sobre cuerpos que trabajan, desean y se reinventan. El erotismo surge en contraste con la dureza del sertão y la masculinidad impuesta, revelando delicadeza y libertad en personajes que escapan del estereotipo.
Karim Aïnouz – Motel Destino
El cineasta cearense transforma el motel en espacio de deseo y tensión, donde sexo, traición y secretos se entrelazan. La película conecta la tradición de la pornochanchada brasileña con el thriller erótico contemporáneo, mostrando que el erotismo puede ser provocador, sofisticado y narrativamente intrigante.
Steve McQueen – Shame
Trabajo destacado para Michael Fassbender que muestra el sexo compulsivo como síntoma de soledad, depresión y vacío existencial. El director expone la vida fría y mecanizada de un ejecutivo, transformando la intimidad en campo de alienación, control y autodestrucción.
Julia Ducournau – Raw, Titane
Ganadora de la Palma de Oro en 2021 con Titane, Julia desafía, en sus obras, límites entre instinto, deseo y repulsión, mezclando erotismo y horror corporal. Sus narrativas colocan el cuerpo como territorio de metamorfosis, donde el placer se mezcla con lo grotesco y lo animal. En Titane vemos también la relación de lo erótico-máquina.
J-P Valkeapää – Los Perros No Usan Pantalones
Asocia placer, luto y experiencias de casi muerte. El BDSM aparece como ritual de enfrentamiento del dolor, revelando el sexo como lenguaje de supervivencia y catarsis emocional.
Lukas Nola – Acompañante fatal (Escort)
Erotismo ligado a animales y naturaleza, sugiriendo deseo instintivo y salvaje. La película reflexiona sobre pulsiones básicas, deconstruyendo el sexo como algo civilizado y acercándolo a la animalidad.
Steven Shainberg – La Secretaria
Con Maggie Gyllenhaal y James Spader, la película reconfigura poder y placer a través de la sumisión y el erotismo. El juego entre patrón y secretaria subvierte la jerarquía tradicional, presentando la sexualidad como espacio de autodescubrimiento.
Sophie Hyde – Buena suerte Leo Grande
Con Emma Thompson, la película presenta la sexualidad femenina madura, siguiendo a una profesora jubilada que decide vivir experiencias sexuales con un acompañante. La película valora el placer, el descubrimiento y la aceptación del cuerpo.
Agnès Varda – Cleo de 5 a 7 (1962)
El centro de las obras de Agnès es el placer femenino. En Cleo de 5 a 7, la francesa explora vulnerabilidad, deseo y autonomía femenina con sensibilidad y poesía, anticipando discusiones sobre cuerpo y subjetividad.

Helena Ignez – La Mujer de Todos (1969), El Bandido de la Luz Roja (1968)
Ícono del cine marginal brasileño, Helena Ignez desafió normas sociales y censura en los años 60 y 70, volviéndose referencia de transgresión y libertad artística. En El bandido de la luz roja (1968), su cuerpo y presencia refuerzan la estética audaz y contestataria de la película, mientras que en La mujer de todos (1969) transforma el erotismo en instrumento de crítica social, política y de género. A lo largo de su carrera, Ignez se consolidó como símbolo de la resistencia cultural y del poder expresivo del cuerpo femenino en el cine. Actualmente, dirige y escribe proyectos que discuten sobre el placer femenino.
Chantal Akerman – Jeanne Dielman (1975)
Retrata la rutina meticulosa de una mujer que mantiene encuentros sexuales pagados para sostener a su familia. Con precisión casi documental, la película expone cómo deseo, trabajo y alienación se entrelazan en la vida cotidiana, revelando tensiones entre cuerpo, obligación y autonomía. Chantal transforma lo banal en política, mostrando que el erotismo y la sexualidad pueden ser analizados bajo la lente de la repetición, el control y la invisibilidad social, volviendo su cine reflexivo y contemplativo.
Jane Campion – El Piano (1993), A Flor de Piel (2003)
En su filmografía, el erotismo está atravesado por capas de poder, vulnerabilidad y emancipación. En El Piano, el cuerpo femenino se vuelve territorio de negociación entre silencio y deseo; ya en A Flor de Piel, la directora se sumerge en el erotismo urbano y realista, explorando la intimidad femenina sin concesiones a la mirada masculina.

Estos ejemplos muestran que el sexo en pantalla puede ser tan múltiple como la propia experiencia humana.
- Te puede gustar: Critica de ‘Amores compartidos’ (‘Splitsville’)
Polémicas de bastidores: cuando el set invade la intimidad
No siempre el erotismo en escena es fruto de elecciones estéticas conscientes. Muchas veces, los bastidores revelan historias de abuso y explotación.
El Último Tango en París
La alegación de que la escena de sexo involucrando a Maria Schneider y Marlon Brando se realizó sin el consentimiento de la actriz está ampliamente documentada. En entrevistas posteriores, Schneider afirmó que no fue informada sobre el contenido de la escena, lo que la dejó profundamente traumatizada. Bernardo Bertolucci, el director, admitió en entrevistas que decidió no informar a Schneider para capturar una reacción más genuina de ella, aunque expresó arrepentimiento posteriormente. Checa la película que habla sobre estos bastidores.
La Vida de Adèle
Durante las filmaciones de la película, ganadora de la Palma de Oro en 2013, las intensas escenas de sexo entre Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux estuvieron marcadas por largas horas de grabación y múltiples tomas, generando incomodidad y desgaste emocional. Las actrices relataron situaciones humillantes e invasivas, evidenciando la falta de cuidado en el set y reforzando la importancia de coordinadores de intimidad para garantizar consentimiento, límites claros y seguridad emocional durante escenas íntimas.

El caso de La Vida de Adèle resalta la necesidad urgente de profesionales especializados para garantizar escenas íntimas seguras y respetuosas en el cine. Los coordinadores de intimidad desempeñan un papel crucial al coreografiar escenas de sexo y desnudez, estableciendo límites claros y asegurando el consentimiento mutuo entre los involucrados. Actúan como intermediarios entre la dirección y los actores, promoviendo un ambiente de trabajo ético y profesional.
La implementación de estos profesionales ha sido cada vez más reconocida en la industria cinematográfica, especialmente después de movimientos como el #MeToo, que destacaron la importancia de proteger los derechos y el bienestar de los artistas. La presencia de coordinadores de intimidad no sólo previene abusos e incomodidades, sino que también contribuye a la creación de escenas más auténticas e impactantes, respetando la integridad de todos los involucrados.
Mirada crítica: sexo en pantalla hoy
El concepto de male gaze, en la traducción mirada masculina, de Laura Mulvey, expone cómo la cámara frecuentemente transforma a la mujer en objeto de deseo visual. El placer femenino sigue siendo un tabú, retratado de forma desigual en relación al masculino.
Investigaciones recientes, como la de UCLA (2023), muestran que la Generación Z se interesa menos por las escenas de sexo, prefiriendo narrativas centradas en diálogo e intimidad emocional. Hollywood, temiendo polémicas y presiones conservadoras, se ha vuelto cada vez más tímida en el abordaje del erotismo.
El erotismo en el cine nunca ha sido sólo sobre “mostrar de más”. Se trata de traducir, en imágenes, lo que significa ser humano: desear, amar, sufrir, perder y resistir. La ética en los sets, con la presencia de coordinadores de intimidad, abre camino a una nueva era, en la que el placer puede ser representado sin abuso. Aun así, el desafío permanece: ¿por qué el sexo en pantalla todavía provoca tanta incomodidad? Tal vez porque el debate moral en torno a la sexualidad siga siendo visto como algo peyorativo, ignorando que el placer existe por sí solo, sin necesidad de utilidad más allá del propio sujeto.
Ya no necesitamos películas que retraten de forma caricaturesca el placer — especialmente el femenino. En Cuando Harry Conoció a Sally, el personaje de Meg Ryan finge un orgasmo en una escena icónica y fue elogiada por su actuación. Ya en A Flor de Piel, de Jane Campion, cuando interpretó a una profesora y presentó un placer realista en escena, la actriz fue duramente criticada.
Al final, el erotismo en el cine sigue siendo una cuestión de valor — de artistas que desafían convenciones, de espectadores que aceptan confrontarse con el deseo y de una industria que necesita comprender que el sexo no es enemigo de la narrativa. Si el sexo es central en nuestras vidas, ¿por qué todavía lo escondemos en las pantallas?