Dos espías casados, con un hijo, intentan escapar de las dificultades de su profesión. Quieren por fin tener una vida normal: un perro, una casa con jardín y domingos en el parque. Pero, claro, el pasado no les permite lograrlo. Esta historia podría ser la de Sr. y Sra. Smith, de Plan en Familia y de otros miles de películas ya existentes. Pero, en realidad, es la historia de la floja Shadow Force: Sentencia de Muerte, estreno de este jueves 10.
Dirigida por Joe Carnahan (de las divertidas La persecución y Mata o muere) y protagonizada por los talentosos Omar Sy y Kerry Washington, la película parece sacada de los años 2000 — en el peor sentido. Una vez más, se cuenta esa historia trillada de una pareja de espías que no logra (o no puede) dejar atrás su pasado. Aquí, específicamente, formaban parte de un escuadrón de élite del gobierno que tenía como regla no abandonar el equipo ni enamorarse. Pero, claro: terminan viviendo un romance prohibido y huyen del grupo.
Shadow Force: una película apática de Joe Carnahan
La firma de Carnahan, este director que surgió a inicios de los años 2000 con buen ojo para el cine de acción, crea la expectativa de que por lo menos Shadow Force entregue algunas buenas secuencias. Pero ni eso. A lo largo de 104 minutos, que parecen interminables, la película elude la responsabilidad de ofrecer buenas escenas de pelea. Desde el inicio, por ejemplo, Isaac, el espía fugitivo interpretado por Omar Sy, pelea contra unos delincuentes en un banco. El director, quizás por falta de presupuesto, opta por no mostrar la escena. Coloca la cámara en el rostro del hijo del exespía y mantiene solo el sonido de los golpes.
Kerry Washington, quien ha brillado en películas como Django sin cadenas, está subutilizada como una máquina de guerra — dispara, mata a todos, pero nunca se muestra con claridad en pantalla. Todo es exageradamente artificial y distante, como una idea sin concreción.
Peor aún: el equipo que da nombre al largometraje, la Shadow Force, tenía potencial para generar buenas escenas de acción. Los actores elegidos para interpretar a estos “vengadores del mal” son disfuncionales y, con solo verlos, ya generan cierta impresión. Pero es impactante pensar que Carnahan decide no colocarlos ni siquiera en una escena de acción. Una involucra motos, con los personajes sustituidos por dobles (con casco cubriéndoles el rostro, por supuesto), y otra, la más larga, los muestra sentados detrás de una mesa. Créelo.
Un mundo opaco
La sensación es que ni siquiera hay una historia concreta en Shadow Force, sino una idea reciclada que ya hemos visto muchas veces. Es una película de acción de presupuesto medio, que antes habría ido directo a video, y que ahora se estrenaría silenciosamente en Netflix con algo de éxito, pero que por alguna razón terminó en salas de cine de todo el mundo. Es una película para ver en la tele, no para pagar un boleto caro.
No hubo ningún esfuerzo por hacer una buena película. No hay ningún valor real de producción. Los actores están desperdiciados en actuaciones artificiales — y sabemos bien que Omar Sy y Kerry Washington son buenos profesionales. Peor: prometen una película de acción y entregan un thriller banal, sin vida y sin color. En el mundo del streaming, donde abundan este tipo de producciones, ¿cómo pagar mil pesos por un boleto para ver algo sin encanto, sin originalidad, sin esfuerzo real?
Por lo menos, se puede reír un poco con el hijo de la pareja protagonista, interpretado por Jahleel Kamara. Es fan de Lionel Richie y canta sus canciones con pasión. ¿Pero eso es suficiente? Ni cerca. Shadow Force es una película sin ganas. Floja, genérica, banal. Parafraseando a Richie, es una película de centavo. Y que se mantenga lejos de mí.
