Incluso en una utopía gayláctica del futuro para la comunidad LGBTQIA+, ser insegura, diferente y cargar con el peso de ser la princesa de un planeta sáfico, conlleva sus problemas. Tal es la historia de Saira (voz en inglés de Shabana Azeez) en la animación Lesbian Space Princess (Australia, 2025), premiada con el Teddy en el Festival de Berlín y seleccionada en el Festival do Rio 2025, en Brasil.
Lo que sigue en la historia de Saira podría ser descrito como una comedia queer de coming-of-age tardío, disfrazada de aventura galáctica con el tipo de disparates propios de un episodio de Rick y Morty (EUA, 2013-actualidad), pero para reírse en la cara tanto de las relaciones románticas nocivas como de la heteronorma en su forma más rancia.
¿De qué se trata?
El corazón de la insegura e introvertida princesa Saira (Shabana Azeez) del planeta Clitópolis se rompe cuando su novia, la cazarrecompensas galáctica Kiki (Bernie Van Tiel) la deja en su cumpleaños. Mientras tanto sus madres, las reinas, viven decepcionadas porque Saira aún no ha podido invocar su labrys, el “arma más poderosa de las lesbianas”, que nace de la confianza en sí misma.
Sin embargo, un día, Kiki es secuestrada por los Aliens Heteros Blancos (Straight White Maliens, en inglés), quienes piden como rescate la labrys de Saira para dar poder a su “imán de chicas”. Así, la princesa emprende un viaje al exterior de su gaylaxia para aprender a invocar su labrys, rescatar a su ex y ganársela de vuelta.
- Te puede interesar: Descubre Cinépolis Channel, el canal para ver cine mexicano gratis

Lesbian Space Princess tiene la sutileza de un martillo, en el mejor sentido
Vale decir desde ahora que, desde el diseño de personajes, a la trama y los diálogos, Lesbian Space Princess no se anda con sutilezas. Es una película que abraza el humor camp con singular alegría y orgullo para gags visuales y juegos de palabras tan obvios y absurdos que harían a John Waters sentirse orgulloso (hay una distancia muy corta de asshole-ism a Straight White Maliens).
Y a decir verdad, la trama no es nada compleja: seguimos a Saira viajando del punto A, al B, al C en una aventura/ road movie que, si bien comienza como un intento por recuperar a su ex, se convierte en una búsqueda de autoafirmación más propia del coming-of-age.
Sin embargo, es en esa engañosa simpleza donde yace el poder de Lesbian Space Princess. Al situar a su protagonista en una utopía lésbica en la que no se requiere “salir del clóset”, es una película que imagina lo que pueden ser las narrativas queer donde el conflicto dramático no está atado a la identidad del protagonista ni su lugar dentro de la heteronorma. El asunto con Saira tiene que ver con el vínculo fracturado con sus madres, las expectativas sociales incluso dentro de su utopía sáfica, y su incapacidad de formar una relación romántica saludable.

Paradójicamente, la película sí ofrece una sátira de la heteronormatividad en sus villanos y en ciertos otros personajes, como la “Nave problemática” (voz de Richard Roxburgh), una nave espacial equipada con una inteligencia artificial del siglo XXI que escupe un estereotipo misógino tras otro. Y de nuevo, la idea de que la parodia de los hombres blancos heterosexuales requiera arrebatarle su poder a una mujer lesbiana (la labrys es un símbolo tanto feminista como lésbico), es una burla simplona—pero muy divertida—a los patrones heteronormativos.
Pero al final, esto acaba siendo un complemento para el relato central, que incluso si opta por ciertas resoluciones fáciles, envía un mensaje tan divertido como positivo: que puede existir un mundo en el que una chica rara e insegura puede convertirse en heroína, independientemente de su identidad.