Como los “mejores amigos” de la especie humana, los perros son objeto de una particular empatía nuestra como espectadores de cine. Dicho de otra forma: que nadie se atreva a tocar a los perritos o habrá problemas. Good Boy: Confía en su instinto (Estados Unidos, 2025) es una película de terror que prácticamente se construye por completo en esta premisa.
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Lo cual, hay que decirlo, es un arma de doble filo: es una película de terror como pocas. Sin embargo, hay un límite para las posibilidades dramáticas y formales para un personaje que percibe el mundo de forma diferente a los seres humanos. Y hay intentos del director y coguionista Ben Leonberg por resolverlo, aunque en resumidas cuentas, la novedad del recurso se agota rápido.
¿De qué se trata?
La trama sigue a Indy, el perro de Todd (Shane Jensen), un hombre que sufre de una enfermedad pulmonar crónica que le requiere cuidados constantes de su hermana, Vera (Arielle Friedman). Ella intuye lo que Indy percibe: que algo sobrenatural acecha a su hermano del mismo modo que le sucedió al abuelo de ambos (Larry Fessenden).
Un día, Todd decide impulsivamente ir a la casa rural que su abuelo le heredó, a pesar de que Vera afirma que está embrujada. Con su salud—y cordura—deteriorándose rápidamente en soledad, Indy intentará proteger a su humano de la presencia que se esconde en las sombras.

Good Boy queda atrapada entre el drama y la sensación depurada
Narrar una historia de terror desde la perspectiva de un perro, incapaz del diálogo, presenta oportunidades inusuales e interesantes. Permite—y requiere—contar lo más posible con imágenes para provocar emoción, casi en su sentido más primitivo y visceral. Estamos ante una producción mucho más cercana al horror no-narrativo de Skinamarink (Canadá, 2022) de lo que podría pensarse a simple vista.
Y la dirección de fotografía de Leonberg trata de evocar esas emociones desde y hacia su protagonista canino de forma casi exclusiva. Sea por la perspectiva del encuadre, por trucos de la luz o por falta de la misma, casi nunca vemos rostros humanos en la película. Ellos están en la película como voces en un teléfono o como caras oscurecidas que brindan un objetivo para el perro o proveen exposición para avanzar la trama. Esto tiene el efecto secundario de colocar al público en un punto de vista todavía más aislado y vulnerable.

Salvo contadas excepciones, Indy será uno de los pocos rostros que veremos y, por lo tanto, será nuestro ancla emocional en la película. Y claro, tratándose de un perro noble e inocente, nuestra simpatía por él está más que garantizada, casi de forma tramposa. Lo cual, también hay que decirlo, sólo ayuda a acentuar más los momentos de suspenso y de genuino terror—y en un sentido más banal, Leonberg consigue varios jumpscares excelentes.—
El problema es que, a pesar de su breve metraje (apenas 73 minutos), la novedad de narrar con un protagonista canino no sólo se agota rápido, sino que hace que Good Boy sea dramáticamente escueta. Es una película que depende de que el personaje humano tome las decisiones más imbéciles del mundo, como permanecer en sitios donde claramente se encuentra en peligro. Esto hace que Indy, paradójicamente, reaccione más como un niño inteligente que como un perro normal
Estirar la lógica de este modo tampoco salva al relato de la reiteración, para caer en obviedades en su último tercio—aunque cabe reconocer que logra sorprender con su clímax—.

No es, en absoluto, una mala película. Pero incluso si su guión deja mucho a desear, merece al menos un par de distinciones: es una de las películas protagonizadas por perros más interesantes en años y demuestra que, en el terror, sigue existiendo un mundo de posibilidades para experimentar.
Good Boy: Confía en su instinto llega a salas de cine mexicanas el 23 de octubre.