Un veterano venido a menos debe salir del retiro y volver al lugar donde tuvo propósito, para servir como mentor y salvar a un equipo de la perdición, al tiempo que hace las paces con una tragedia del pasado (y todo, en una historia espectacularmente fotografiada para el grandioso formato IMAX). Es la premisa de F1: La película (Estados Unidos, 2025), pero no podría culparse a nadie por pensar también en Top Gun: Maverick (EUA, 2022).
Que no se sorprenda nadie, pues ambas son obra de la dupla creativa de Joseph Kosinski en la dirección y Ehren Kruger en el guión (con Christopher McQuarrie también contribuyendo al libreto de la segunda). Lo que ya nos dice lo primero que hay que saber sobre esta película protagonizada por Brad Pitt: nada nuevo hay bajo el sol o, por lo menos, la aspiración no está encauzada hacia la originalidad narrativa.
¿De qué se trata?
En F1, Brad Pitt interpreta a Sonny Hayes, un piloto de Fórmula Uno que fue joven promesa durante los años 90, pero que tuvo que retirarse por una tragedia en la pista. Décadas después de vivir a la deriva, endeudado, con trabajos ocasionales y corriendo en otras categorías automovilísticas como NASCAR, Sonny es contactado por su viejo amigo y compañero, Rubén Cervantes (Javier Bardem).
Rubén ha invertido en un equipo de Fórmula Uno, APXGP, pero están en problemas: no han ganado una sola carrera y, si no logran ascender en la tabla, tendrá que vender el equipo. Con su experiencia, el trabajo de Sonny será guiar al joven piloto titular, Joshua Pierce (Damson Idris) y al equipo de ingenieros para mejorar los autos y, quizá, ganar una carrera.
Al igual que Maverick, la de F1: La película es una historia de redención, sobre un olvidado veterano que recibe una oportunidad para probarse, hacer las paces con el pasado y alcanzar la gloria. Al mismo tiempo, la experiencia y los valores de “los viejos tiempos” contrastan negativamente con los del piloto novato, inicialmente más concentrado en su marca personal y en disfrutar tanto del glamour como del prestigio de las carreras de autos.

F1 es más estilo que sustancia
En sí, no hay nada inherentemente negativo en que estas historias de redención y choques generacionales: puede que ya estén muy vistas, pero por algo son populares y regresamos a ellas una y otra vez a lo largo de los años.
El problema es que Kosinski y Kruger se conforman con los clichés: una broma sobre la edad del veterano por aquí, tensión sobre las diferencias de visión entre generaciones por allá, y listo. Podríamos sustituir a Pitt e Idris por Tom Cruise y Miles Teller, los autos por los aviones, y tendríamos la misma película, con todo y los personajes con profundos daddy issues.
Por lo tanto, la gran promesa de F1 queda en la forma, en el espectáculo audiovisual, filmado “para” IMAX (y ojo, no “con” cámaras IMAX, sino con cámaras “certificadas” para el formato, según aclara el propio sitio de la compañía).
Cabe decir que, inicialmente, la promesa se cumple con creces. La película hace más que acercar al público a la experiencia de ser un piloto de Fórmula Uno. Las cámaras, estratégicamente montadas en los autos para mostrar tanto la carrera a nivel de pista como a los pilotos en la cabina, nos acercan todavía más a la experiencia y la vuelven muy emocionante. Vemos las llantas rozando la grava, el humo en el rostro de los actores y hasta las espinillas en sus narices. Al igual que con los aviones en Maverick, Pitt e Idris aprendieron a pilotar los autos, para brindar esa sensación de realismo.
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Sin embargo, y dado que las carreras de autos son más “comunes” que la experiencia de volar aviones de combate, la experiencia puede volverse repetitiva. La dirección de Kosinski es muy didáctica para explicar las situaciones de los pilotos en la pista. Incluso para quien tiene nulo interés por este deporte (como quien escribe), hace un trabajo extraordinario al exponer la estrategia entre pilotos y mecánicos para ganar posiciones en la carrera.
Pero como en una carrera real de F1, la emoción puede dar paso al aburrimiento y el tedio de ver a un auto dar 50 vueltas al mismo circuito. Con una duración que excede casi por media hora a la de Top Gun: Maverick, esta película termina por volverse una larga cadena de escenas de acción demasiado parecidas entre sí, con entreactos de product placement y dos hombres midiéndose los egos.
Sería un poquito más interesante si Brad Pitt no interpretase al mismo arrogante adorable que ha venido haciendo en el cine por al menos una década, pero no. F1 es emocionante en sus mejores momentos, pero debajo de su vistosa capa de pintura, hay una película que hemos visto mil veces antes –y mejor–.
F1: La película se estrena en cines de México el 26 de junio, reserva tus boletos ahora.