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Crítica: ‘Eddington’, la sátira de lo obvio

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Para los seguidores de Ari Aster, Eddington (Estados Unidos, 2025) puede parecer una anomalía, una rareza. El director, después de todo, se congració con los fanáticos del cine de terror con propuestas como El legado del diablo (Hereditary, EUA, 2018) y Midsommar (EUA y Suecia, 2019). Incluso su tragicomedia surrealista épica, Beau tiene miedo (Beau is Afraid, EUA, 2023), está tan anclada en el pavor interno de su protagonista que califica limpiamente como terror psicológico.

Pero incluso ahora que ha abandonado el género que lo hizo famoso para su más reciente propuesta, el director mantiene un hilo temático que, de cierto modo, une a toda su filmografía: el trauma. Y en este caso, se trata de uno de los traumas colectivos más amplios de nuestra historia como sociedad mundial: la pandemia de COVID-19, que todos filtramos por las pantallas de nuestros celulares, con todo lo que ello implica.

¿De qué se trata?

En Eddington, un pequeño pueblo de Nuevo México, el alcalde Ted García (Pedro Pascal) prepara su reelección, mientras implementa medidas sanitarias y uso mandatorio de cubrebocas por la pandemia de COVID-19, bajo órdenes del gobernador. Sin embargo, el alguacil Joe Cross (Joaquin Phoenix) argumenta que esto atenta contra la libertad de decisión e instiga una disidencia en el pueblo.

Mientras el pueblo cae en una profunda división, García se enfrenta a la polémica de sus nexos con un contaminante centro de datos. Y Cross, cuya vida privada es complicada con su inestable esposa (Emma Stone), se lanza como candidato a la elección, en un conflicto que se vuelve más absurdo y violento con cada día que pasa.

Crítica: ‘Eddington’, la sátira de lo obvio
Eddington parte de la división ideológica de un pueblo entre el alcalde y el alguacil (Crédito: Cine Caníbal)

Eddington y los horrores de vivir en internet

Dos puntos importantes a considerar al momento de aproximarnos a Eddington. El primero, que la película ha sido señalada como un wéstern (o, en todo caso, un neo-wéstern); y el segundo, que Aster la define como “la película que Twitter escribió“, en referencia a que, durante la pandemia y desde entonces, las redes sociales contribuyeron a la propagación desinformación, de teorías de conspiración y, en consecuencia, desgastó el tejido social y creó profundas brechas ideológicas entre la población—en Estados Unidos y en el mundo—.

Partiendo de lo anterior, si el wéstern es el género que históricamente nos ha presentado el mito civilizador de los Estados Unidos (la dichosa “victoria de la civilización sobre el salvaje oeste americano”, pues), entonces esta película tendría que ser un “anti-wéstern“, que nos encara con la catastrófica degradación de la cohesión social durante los confinamientos, un tiempo plagado de noticias falsas, polarización política y el tenso clima por el crimen racial contra George Floyd en 2020. Poco le faltó a Aster para introducir, literalmente, una trama sobre servidores públicos recomendando públicamente inyecciones de cloro como tratamiento.

Emma Stone y Deirdre O'Connell en una escena de 'Eddington', de Ari Aster
El internet y la desinformación son dos de los grandes villanos de la película (Crédito: Cine Caníbal)

En Eddington, no propone una traducción literal de los eventos que atestiguamos en nuestra pesadilla inducida por internet, sino que presenta un microcosmos de esa descomposición psicológica y social. No es una película sobre traumas generacionales ni relaciones románticas fallidas, ni mucho menos sobre conflictos edípicos, con la eventual catarsis. Aster sostiene un espejo a una sociedad muy específica en su idiosincrasia mediática y política para confrontar las maneras en que se ha devastado a sí misma, a veces sin remedio. Phoenix, como ambos catalizador y sustituto de la audiencia en este aspecto, brinda una actuación a la vez cautivadora y repugnante. Se nos obliga a acompañar a su alguacil en todo momento. Simpatizar o no con él bien podría ser una “prueba de Rorschach”.

Así que puede no ser terror, técnicamente, pero el contexto en que el director y guionista presenta su narrativa sí lo es por la cercanía de la experiencia en el tiempo, y tanto por sus implicaciones de entonces como sus ramificaciones ahora. Aster transmite este pavor por la manera que filma y monta.

Eddington es una película de planos sostenidos, largos, optando por mantener la tensión de los silencios, rostros de desconcierto que ocultan enojo en ebullición, y de situaciones absurdas que en cualquier momento podrían estallar en violencia. A veces lo hacen, a veces no. Cuando sí, Aster opta por una frontalidad casi explotadora, que en los últimos momentos alcanza niveles tan ridículos—intencionalmente— que sí es posible reírse de ellos, a pesar de que su evidente propósito es el impacto simplón.

Joaquin Phoenix en una escena de 'Eddington', de Ari Aster
Eddington es como un ácido déjà vu que no revela nada nuevo (Crédito: Cine Caníbal)

Porque, a pesar de sus ambiciones—o quizá debido a ellas—, el director cae en la trampa de querer brindar una radiografía completa de los Estados Unidos pandémicos, lo que le hace hablar de todo sin profundizar en nada. Toca temas como la pandemia y la polarización política e ideológica, sí. Pero también habla de las repercusiones de la desinformación en sus familias protagonistas, el racismo, el clasismo, el radicalismo, la depredación de sectas, corrupción y despojo de tierras para entregar recursos a megacorporaciones, e incluso por ahí, abuso sexual de menores. Todas ellas, cuestiones en el corazón de la podredumbre social y política estadounidense.

Y es por esa falta de profundidad que Eddington resulta una sátira extremada y decepcionantemente obvia. Al no detenerse en los detalles de nada, todo ello resulta evidente para quien tenga una noción básica de las noticias de los últimos cinco años. Al menos tiene el humor para enfrentarse al déjà vu con ironía, pero su conclusión no llega más allá de un “bueno, las cosas están muy jodidas”. ¿Y qué más, señor Aster?

Eddington llega a salas de cine mexicanas el 14 de agosto.

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