“Nunca sabes el valor de algo hasta que lo hundes”, dice cierto personaje de Amores compartidos (Splitsville, Estados Unidos, 2025), en referencia a una lancha que está a punto de vandalizar. Un guiño poco velado para amarrar la enredada trama de divorcios, romances, sexo y puñetazos que ha transcurrido hasta ese punto entre sus cuatro protagonistas: Kyle Marvin (también guionista), Michael Angelo Covino (que también dirige), Dakota Johnson y Adria Arjona.
Marvin y Covino, también responsables por la temáticamente similar Lazos profundos (The Climb, EUA, 2019) tejen una de las exploraciones más divertidas sobre las complejidades emocionales y sexuales del deseo y del amor romántico en el matrimonio. Por mucho, la mejor de las dos que se han estrenado este año con Dakota Johnson, y la más interesante desde que Adria Arjona hizo la suya con Richard Linklater.
¿De qué se trata?
Cuando luego de una experiencia transformadora, Ashley (Adria Arjona) le pide repentinamente el divorcio a Carey (Kyle Marvin), él reacciona de la peor manera y corre a refugiarse con su mejor amigo, Paul (Michael Angelo Covino) y su esposa, Julie (Dakota Johnson), que tienen una bella mansión con vista al lago.
Cuando Carey les pregunta cómo han hecho funcionar su matrimonio, ellos le revelan que mantienen una relación abierta en lo sexual. Sin embargo, cuando esto conduce a que Carey y Julie tengan un encuentro sexual, se abren brechas tanto en el matrimonio como en la amistad entre el par de hombres, que desatan el caos en sus vidas.
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Amores compartidos (Splitsville), para hacer llorar a Erich Fromm
Como comedia romántica, cabe decir que Amores compartidos no teme en llevar las cosas hasta extremos absurdos. Los enredos pueden volverse tan ridículos como caricaturesca puede llegar a ser la comedia física. Cada uno de los cuatro protagonistas hace un despliegue de timing cómico perfecto, que adereza los diálogos más punzantes e ingeniosos que verás en una película del tipo en mucho tiempo.
En ese sentido, resulta una película extremadamente divertida por su imprevisibilidad: cuando parece que las cosas han llegado a un punto de quiebre, sucede algo todavía más absurdo. Incluso si esto puede llegar a volverse abrumador y estirar la suspensión de la incredulidad hasta sus límites, desde un punto de vista de mero entretenimiento, es una de las comedias del año.
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Ayuda que Corvino y Marvin, coguionistas, no abordan a sus personajes desde una postura moralina respecto a su situación romántica. Sin embargo, sí que los cuestionan desde la comedia, y nos presentan las carencias emocionales de cada uno de ellos: lo que hace fácil identificarse con estos personajes es ver lo imperfectos que son, lo rotos y vacíos que pueden llegar a estar.
Amores compartidos como un todo tampoco es mojigata con el poliamor, las relaciones abiertas, poligamia o como quiera etiquetársele. No obstante, en la manera en que sus personajes se desenvuelven, revela sus complejidades y desafíos prácticos. Ya es lo suficientemente complicado involucrarse sentimental o sexualmente con una persona y realizar el trabajo diario de amarla.
La película sugiere, al menos, que la viabilidad y éxito de los vínculos poliamorosos va mucho más allá del acuerdo y el consentimiento mutuo, sobre todo en un mundo donde la siguiente posibilidad de una relación está, cual catálogo bajo demanda, a un swipe de distancia. Aunque Covino y Marvin nunca lo condenan—buscan divertir, a fin de cuentas—, sí queda sugerida una cualidad utilitaria en la forma de los personajes para relacionarse y llenar sus propios huecos de autoestima, aceptación, ego, placer y demás carencias.

Sí queda una postura no tan ambigua al respecto hacia el desenlace, pero el director y el guionista se mantienen compasivos con su cuarteto principal. Al final, todo se reduce a que el deseo y la búsqueda del amor nos convierten en seres tan patéticos y contradictorios como entrañables.
Amores compartidos (Splitsville) se estrena en cines de México el 4 de septiembre.