A partir de sus minutos iniciales, sería tarea casi imposible predecir y acertar el rumbo que toma Kika (Bélgica y Francia, 2025), primer largometraje de ficción de la cineasta francesa Alexe Poukine, que compitió en la Semana de la Crítica en Cannes y que ahora forma parte de la selección del Festival do Rio.
Es una película que, con mano firme de su directora, comienza en un espíritu romántico que luego da un giro hacia el realismo social que se acerca, sin tapujos ni juicios, hacia motivaciones y expresiones del trabajo sexual. Es el tipo de producción que, en manos menos sensibles, se inclinaría más hacia el morbo que hacia la empatía que se esconde incluso donde no esperamos.
¿De qué se trata?
Un día en camino a reparar la bicicleta de su hija, la trabajadora social Kika (Manon Clavel) se queda encerrada en el taller con el dueño, David (Makita Samba). Aunque ambos están casados, sienten una atracción inmediata que deciden explorar, a pesar de las consecuencias. Eventualmente se divorcian, se casan y planean formar una nueva familia cuando ella queda embarazada.
Sin embargo, su futuro juntos es zanjado de golpe cuando David muere repentinamente. Atrapada entre la muerte de su pareja, su embarazo, y la responsabilidad de mantener a su hija, es incapaz de enfrentar su dolor. Ahogada en deudas, pronto es enfrentada con una posibilidad: que habiendo sido una trabajadora social dedicada a aliviar el sufrimiento de otros, puede ganar dinero haciendo a otros sufrir como dominatriz.

Kika cuestiona primero: ¿quién ayuda a los que ayudan?
La razón por la que Kika funciona a pesar de sus cambios de rumbo, en apariencia tan bruscos, es porque Poukine establece una sólida base en un realismo social que provoca simpatía por los personajes y sus situaciones. La directora tiene cuidado de mostrarnos no sólo lo frustrante y burocrático de la asistencia social, sino también lo precario que puede ser para las trabajadoras, que no logran sacar las cuentas con un salario.
Hábilmente, la directora incluso presenta la situación primero como un ideal frágil pero sostenible: Kika puede subsistir de ello mientras está casada, y su amorío inicial puede traerle costosas consecuencias. Su romance con David es tratado por la edición como un torbellino: el montaje condensa lo que podrían ser meses en un puñado de escenas, e incluso hay un alivio al ver que las cosas salieron bien. Hasta que dejan de estarlo.

Las secuencias tempranas de la película también sugieren el código moral y psicología de la protagonista, una mujer preparada para ir más lejos por quienes requieren asistencia social. Pero ella misma intenta cargar con el peso del mundo cuando pierde a su esposo, encontrando un camino inesperado hacia la compasión por sí misma.
Kika aborda el BDSM desde la empatía
A partir de una idea que escucha en el trabajo, la protagonista se sumerge tímidamente en el mundo del trabajo sexual. Lo que comienza como un medio de sustento es la entrada a la madriguera del conejo hacia el mundo del BDSM. Sus clientes demandan desde prácticas tan “sencillas” como la humillación verbal, hasta azotes, prácticas escatológicas y fetiches infantilizantes.
Son situaciones en apariencia contradictorias para alguien que tiene la compasión, la amabilidad y la dignidad por principios, pero Poukine y su coguionista, Thomas Van Zuylen, encuentran tanto humor como verdad en esos choques. Y sin ser nunca excesivamente explícita, la directora logra confrontarnos con estos encuentros con empatía y curiosidad para romper la barrera de la incomodidad y el prejuicio.

Kika descubre, como nosotros al otro lado de la pantalla, que existen tantos fetiches como almas que buscan placer, liberación o descanso, más allá de las frases de galleta de la fortuna sobre la vida y el sufrimiento que enuncian ciertos personajes en la trama. “Es menos estresante ser dominatriz que trabajadora social”, dice ella en algún punto. Quizá porque algunos necesitan golpearse primero para poder romperse y, así, poder reconstruirse.
Kika se estrena próximamente, ahora forma parte de la selección oficial del Festival do Rio.