Conforme transcurría el metraje de If I Had Legs I’d Kick You (Estados Unidos, 2025), me sorprendió el pensamiento—divertido de una forma un tanto maliciosa—de que ésta es la película más anticonceptiva en un sentido lynchiano que he visto en mucho tiempo. De un modo muy similar a Cabeza borradora (Eraserhead, EUA, 1977), es una experiencia macabramente cómica que hace desear no tener hijos jamás en la vida.
No tener hijos o, por lo menos, que la experiencia de la paternidad o la maternidad no sea tan terrible como la que atraviesa Linda, el personaje por el que Rose Byne obtuvo el premio a la Mejor actuación protagónica en el Festival de Berlín de 2025. Ella misma lo expresa mejor en un punto de la película, ya derrotada y acorralada a un punto que deja de ser gracioso: “no se supone que sea así, esto no puede ser todo lo que hay”.
Lo que la directora, guionista y coestrella Mary Bronstein presenta aquí es una comedia hasta que se convierte en un demencial descenso surrealista por la opresión sistémica de una madre que intenta mantener su cabeza a flote.
¿De qué se trata?
La vida de Linda, una terapeuta, se desmorona: mientras lidia, sola, con la misteriosa enfermedad de su pequeña y dependiente hija, se abre un agujero en el techo de su departamento, obligando a madre e hija a mudarse a un motel, donde se permite ocasionales escapadas para beber.
Con su esposo ausente y una relación inusualmente hostil con su propio terapeuta, la situación de Linda comienza a salirse de control cuando desaparece una paciente suya, una madre primeriza con problemas.

If I Had Legs I’d Kick You expresa la opresión de la “madre perfecta”
Uno de los primeros recursos visuales que destacan de If I Had Legs I’d Kick You es el encuadre: sobre todo al comienzo, esta es una película llevada por el solo rostro de Rose Byrne, aislado por el plano de casi cualquier otra presencia humana, incluso la de su propia hija.
Salvo personajes como su terapeuta (interpretado por un brillante Conan O’Brien) o su problemática paciente (Danielle Macdonald), Linda está sola en el encuadre y, por lo tanto, en su mundo. Es, por lo tanto, una experiencia alienante: sus interacciones humanas están llenas de fricción cuando no son una fuente incorpórea de presión, juicio o necesidad, como la voz del esposo (Christian Slater) por el teléfono, o la demandante presencia de la hija enferma.

Durante la película, Linda está bajo un constante juicio, externo y propio: tiene que ser una buena psicóloga, una buena paciente, una buena inquilina y, sobre todo, una buena madre. Bronstein permite momentos de comedia aquí y allá en la indulgencia alcohólica y rabiosa de su protagonista, pero no pierde de vista el desequilibrio de su situación. La sombra de la perfección esperada de su rol como madre se cierne sobre ella, a pesar de estar sola en su obligación como soporte emocional de una niña y una paciente inestable.
Con un ingenio tan ácido como sofocante, If I Had Legs I’d Kick You expresa la precaria situación de Linda con un surrealismo absurdista lynchiano. Las fronteras entre la realidad del personaje y su imaginación comienzan a desdibujarse con cada nueva presión o arranque de ira, con resultados que van desde lo cómico hasta lo inquietante. Las pesadillas e impotencia de la madre sobre el cuidado de su madre se convierten aquí en sueños febriles que oscilan entre la opresión psicológica y el horror corporal.

Así que, más allá de ser una mera comedia surrealista anticonceptiva, la película de Bronstein es una perfecta manifestación de las injusticias sistémicas que muchas madres enfrentan. Si eso no genera empatía por los desequilibrios del cuidado, no imaginamos qué podría lograrlo.