El regreso al cine del superhéroe fundamental, el más famoso de todos, vendrá necesariamente acompañado de una enorme carga de expectativas e interés. Superman (Estados Unidos, 2025), que ha de inaugurar el nuevo Universo DC del cineasta y cabeza de DC Studios, James Gunn, parece aterrizar con una actitud determinante: mantener lo que funciona, y mandar muy lejos lo que no.
No es por nada que, por ejemplo, el tema de la película sea una versión modificada del clásico compuesto por John Williams para la película con Christopher Reeve. Por otro lado, desde los vestuarios hasta la fotografía y la propia trama, van en dirección totalmente contraria a la solemnidad cuasi-mesiánica de El hombre de acero (EUA, 2013), de Zack Snyder.
La película de Gunn brinda una propuesta que logra distinguirse de todas sus predecesoras, a punta de abrazar, al igual que en producciones como Guardianes de la Galaxia (EUA, 2014), el espíritu más extravagante y absurdo de los cómics de superhéroes, sin preocuparse por tener que explicar por qué hay un perro volador o por qué hay monstruos gigantes en Metrópolis cada miércoles.
En ese sentido, Superman de 2025 es una película sumamente divertida, pero que resulta indulgente con los mismos vicios ya criticados en tantos otros exponentes del cine de superhéroes.
¿De qué trata?
Vale comenzar diciendo que Superman no es la enésima adaptación de la historia de origen del superhéroe. En su lugar, el director y guionista James Gunn opta por comenzar la historia en un punto en el que Kal-El/Clark Kent (David Corenswet) no sólo ya se ha revelado al mundo años atrás, sino en el que sufre su primera derrota ante un complot del billonario magnate tecnológico, Lex Luthor (Nicholas Hoult).
Superman está en la mira del mundo por su intervención autónoma en un conflicto internacional para salvar vidas, lo que ha despertado preguntas sobre su poder y su lealtad. Luthor siembra dudas para avanzar sus intereses, mientras que la relación de Clark con Lois Lane (Rachel Brosnahan) sufre por la dualidad de sus respectivos roles en el mundo. Son pareja, pero él es el superhéroe más poderoso en la Tierra, y ella es una periodista en busca de la verdad.
En la que probablemente sea la escena más personal de la película, el guión incluso coquetea con cuestionar la política de Superman como superhéroe (uno de los principales argumentos en uno de los textos esenciales sobre el personaje, escrito por Umberto Eco). Sin embargo, ésta es una de tantas ideas que Gunn no lleva más lejos, al decidir priorizar otros aspectos de la producción.

Superman de James Gunn confunde extravagancia con un buen guión
Al igual que sus Guardianes de la Galaxia, Superman de James Gunn se distingue por abrazar hasta los aspectos más ridículos e ilógicos de la mitología del personaje, en vez de evitarlos o pararse de pestañas para explicarlos de una manera realista. No importa por qué hay un súper perro, sino el hecho de que existe para fines de alivio cómico, narrativos y, sin duda, mercadológicos. ¿Quién no ama la comedia con canes en una película?
En este sentido, Gunn lleva su película más hacia los terrenos de la aventura y la comedia en su forma más caricaturesca y fantasiosa. Esto da pie a varias de las secuencias más emocionantes y divertidas, con Kal-El enfrentándose a un kaijū en plena Metrópolis, intentando evitar los destrozos de otros superhéroes. O a que hechos como la existencia de “universos de bolsillo” y alienígenas sean aceptados como cosa de todos los días.

Sin embargo, esto también resulta en personajes un tanto planos. En particular, Nicholas Hoult abraza el registro de “súper villano de cómics” con singular gusto, lo cual es divertido, aunque resulta en personajes más bidimensionales que la página de una historieta.
Esto también tiene que ver con el gran problema de este Superman: ser indulgente al abrazar la vasta mitología del universo en el que existe, e intentar presentar al público demasiados elementos del mismo. Sí, están el protagonista, el villano y el interés romántico. Hay también una compleja trama de complot político, todos los personajes del Daily Planet, un equipo entero de superhéroes, el súper perro, los padres de Clark, los lacayos de Lex Luthor, los cameos obligados… la lista crece hasta volverse agotadora.
Tiene más sentido del humor, eso es seguro, pero comete el mismo pecado por el que tanto se criticó tanto al Universo Extendido de DC, como a muchas otras películas de superhéroes recientes. Es decir, películas tan preocupadas por sentar las enredadas bases para todo lo que vendrá después en sus respectivas franquicias interconectadas, que se olvidan de contar una historia concreta y bien delineada en el presente.
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Gunn ha dicho en entrevistas que su película es, sencillamente, una historia sobre inmigrantes y la amabilidad humana básica. Y en principio, así es: Corenswet brinda un Superman bondadoso, simpático y vulnerable, capaz de ser derrotado pero de volver a levantarse. Debajo de todas las capas, está el superhéroe como ideal de bondad humana.
El problema es que esa humanidad queda sepultada bajo una montaña de personajes innecesarios, ruido visual, y una violencia igual de banal en su urgencia y consecuencias –si no es que más– que la representada por Zack Snyder en los momentos más explotadores de su mesiánico Hombre de acero. Puede que esta película también nos haga creer que un hombre puede volar, pero quizá hubiera sido mejor tenerlo un poquito más de tiempo en tierra y sin tanto barullo innecesario.
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